lunes, julio 31, 2006

San Carlos

Alguna vez fui testigo de ese acto. Me costó enfrentar su devastadora consecuencia, a pesar de haberlo visto “casi todo” en mi extenso recorrido. No era algo habitual, y tuvo que aparecer la primavera, con su luz engañosa, para repetirse la historia. Primero fue el impulso, luego la suspensión, finalmente la caída. Solo tuve que arrastrar el cuerpo hasta mi meta, el Mapocho.

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