jueves, mayo 17, 2007

los malditos y los bellos


Estoy leyendo a Fitzgerald (su prosa es de otro planeta y yo soy tan novel en esto de los grandes autores que recién lo vengo a notar), su novela "Los malditos y los bellos".
Me la compré usada en san diego ($4000), sin mucha certeza de los motivos, temas o pulsiones que contiene el relato, sólo amparado en una fé poderosa que siempre me guía a la hora de apropiarme de cualquier obra, porque básicamente nunca me he arrepentido de invertir mis pocas lucas en este tipo de artefactos.
Fitzgerald sabe como encausar hechos narrativos de toda índole en la mente del lector. Tiene una habilidad riquísima para simultáneamente captar la atención y expandir los significados de sucesos que a primera vista parecieran ser regulares y cotidianos, pero que se adhieren al inconciente turbulento con suma facilidad, inquietando, desconcertando el ánimo de seguir buceando en las capas de su historia, pero seguir buceando al fin y al cabo.
Su prosa remite la siguiente imagen: viene un niño de 6 años, pobre hasta la médula, tú esperas el verde en una esquina para cruzar, él te mira fijo, tú no adviertes su presencia pero sientes algo, entonces lo miras y él te mira, su mirada se fija en ti, tú te sientes desolado, él te entrega un papel y sale corriendo, el papel dice algo como "mi alegría depende de como mi padre se reconcilia con su ternura". Esa atmósfera melancólica se pega a tu piel cuando lees a Fitzgerald, es una melancolía luminosa que tiende a ofrecer una luz extraviada en este mundo colmado de apariencias y hostilidades.
La gracia de esta historia radica en el mínimo esfuerzo que hace el autor (no creo que haga un esfuerzo, le sale natural) para mostrar realidad e hiperrealidad, exudando única sensibilidad en cada breve encuentro, diálogo o reflexión que ronda la vida de los atractivos protagonistas.
Cuando lees los diálogos, es como estar conversando con fitzgerald y amigos, lo digo más aún después de aproximarme a ciertos aspectos de su biografía que logro desentrañar en el discurso psicológico de Anthony Patch, el hombre principal del relato.
Nada, se las recomiendo a ojos cerrados y en circunstancias que aún no la termino.
Creo que los finales de alguna manera no importan demasiado en la literatura ¿cierto?.

postdata: La foto es de Ray Lamontagne, un cantante neofolk que acompañó estas líneas.


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