domingo, octubre 12, 2008

Carta a "x"

En esta reaventura bloguera muestro una carta que le escribí a "x" para cerrar una etapa.
Quizás sea verdad, quizás sea literatura.
Hope you enjoy!

Querida "x":

A veces las cosas no salen como las planeamos, a veces debemos ceder todo lo que obtuvimos con todo el esfuerzo del mundo, a veces necesitamos más tiempo para distanciarnos de nosotros mismos y enterarnos si lo que hicimos estuvo bien, y a veces también nos ocurre que debemos guardar todo lo que íbamos a decir a la persona indicada en el momento preciso y lugar adecuado pero no quiero hacer esto último contigo, no quiero evitar decirte algunas cosas que representan mucho para mi en esta etapa de mi vida y que de alguna forma (aunque no lo creas) también te involucran aunque sea desde mi vereda.

El inicio

Entré a estudiar kinesiología el 2003, debí hacerlo antes pero no pude. El primer año fue el mejor de todos los que viví en la facultad. En la misma carrera conocí a la persona que se convirtió en mi polola de dos años. Fui muy feliz. Hice cosas de persona feliz, como subir el cerro San Cristóbal caminando sin prisa o perderme por Santiago sin motivo alguno por el sólo hecho de estar encantado. Llegué a decir en voz alta que adoraba la carrera que había elegido, me despertaba contento, con ganas de aprender todo lo que me enseñaran, con ganas de explorar todo lo que se cruzara ante mis sentidos, y en muchos aspectos resultaron de esa forma las cosas, resultaron bien, sin prisa, en paz. Las personas que me rodeaban en ese entonces pudieron notarlo fácilmente. Pasó el tiempo y pasaron cosas en mi vida, buenas y malas, como todo el mundo supongo, aún me sentía completo en todos los aspectos que alguien quisiera anhelar, aún sentía esa calma incomparable que obtenemos cuando la luz del sol se cuela por nuestra ventana un sábado cualquiera de un invierno cualquiera, sólo que el invierno de 2004 no fué un invierno cualquiera.

Difíciles momentos

En julio de 2004 comencé una fase de esporádicos cuestionamientos a mi real vocación y la forma en que abordé el asunto no fue del todo clara. No fué honesta. Todo desembocó en una crisis importante a final de año, donde se combinó ruptura con la polola de dos años, autoengaño vocacional y desorientación general en torno a mi vida. Mentiría si dijese que lo pasé mal, porque en verdad lo pasé horrible, y creo que extrañamente la adolescencia se apersonó para cobrarme algunas deudas que creía saldadas (edad del pavo 2 si prefieres). Pensé en mandar todo a la cresta, mi familia insistió en que mandase todo a la cresta, pero por algún motivo recóndito no pude ni quise mandar todo a la cresta, quise participar del juego que el “destino” me tenía preparado (Hoy debo admitir que el destino no existe, uno es el destino, y tal vez debiese desaparecer esa palabra del diccionario porque basta con uno). Mi polola de dos años congeló kinesiología y al siguiente año ingresó a estudiar teatro quedando primera en la Chile. Nunca más volvió a ser mi compañera (ni de estudios ni de abrazos).
Me aferré a quienes pude pero no fué suficiente. Me perdí “en un mar de dudas”, me desmarqué del resto, no encontré respuestas en nada ni en nadie, automaticé mi forma de vida, rompí redes de apoyo, me convertí en alguien desconfiado, controvertido, desafiante e inseguro, hice grandes esfuerzos por mantener la disciplina delante de lo que dictara el corazón, pero al final de ese año me vi envuelto en una horda de tristeza que difícilmente he llegado a experimentar alguna otra vez.
Llegué a tercer año, 2005, (quizás el más difícil en lo académico) absolutamente perdido conmigo y más aún, rebelándome contra todo(s), tratando de romper todo lo establecido, tratando de cambiar el sistema desde adentro, queriendo salir de esa trampa impuesta por aquel inexistente destino de la manera más intensa posible, creyendo que a la vida se le puede sacar la lengua en son de burla cuando te parece que ésta ha sido muy desleal contigo (cosa que hoy tampoco creo porque hay que ser muy egoísta para esperar algo de la vida, la vida es hermosa por si sola, uno debiese rendirle culto religioso a diario y no esperar nada de ella, en ese minuto estaba cegado). Terminó el año y salí mal en lo académico, al punto de botar ramos, faltar a exámenes, sorprender ingratamente a quienes habían depositado su “fé formativa” en mi persona.
Llegó 2006, llegó la calma, llegó el respiro y también llegaste a la u
(eso creo).

Salió el sol

A causa de crisis varias, angustia, dolor y frustración, tuve que acudir a aquellos fármacos mágicos y adversos que te “permiten” dormir bien y andar “mejor en el día”, tampoco lo hubiese creído si me lo cuentan porque 22 años no es mucha edad para medicarse. Por suerte los usé poco tiempo y traté de salir adelante de forma natural.
Repetí tercero en un nuevo curso, con gente valiosa que supo comprender mis errores y hacerme ver que las cosas cuando se quieren sí resultan. Volví a pololear, 6 meses, poco tiempo, pero suficiente para ayudarme a recoger los pedazos que quedaron repartidos después de tantas batallas personales, algunas más sensatas que otras. Creo que me reencontré, volví a estar en paz y volví a creer que la felicidad no es algo inalcanzable, tampoco tan cercano ni cotidiano, pero si aprendí que cuando te llega puede cambiar la vida. Y la alegría tal vez sea su expresión más corriente, pero no por eso menos valiosa a la hora de sentarse a curar las heridas que han ido cerrando
Ese 2006 volví a creer que estaba en el lugar indicado, rodeándome de gente con la que pude armar amistad y reiniciar un proyecto de profesional (¿de persona?), y no sólo eso sino mejor, retomé el gran hábito de reírme de todo sin cuestionar tanto la vida, sin dejar que me pasara por el costado.
Mientras maduraba esos buenos cambios me hice más amigo de la facultad, aun cuando tenía menos ramos y más tiempo para el ocio, aun cuando pude explorar otras vivencias, traté de pasar más tiempo en “mi denostada facultad”; Ya estamos en 2007, recuerdo haberte visto por primera vez de forma detenida y acuciosa (antes te había mirado pero sin observar, y tal vez si hubiésemos hablado no te habría escuchado sino solamente oído). Fue una mañana, cercana al medio día quizás, en el primer piso de la biblioteca (rotonda), trataba de leer pero me interrumpió tu imagen de mujer concentrada e interesada, transcribiendo apuntes de un libro a tu cuaderno, con prolijidad y calma, con delicadeza y cariño, subrayando, destacando, corrigiendo, haciendo de tu espacio tu máximo reflejo de libertad que pueda verse desde afuera. No pude mirarte a los ojos, reconozco haberme sentido como un niño de 8 años, una sensación por sobre todo agradable, pero inundada de curiosidad y vergüenza. Fue uno de aquellos momentos que quisieras guardar en el cofre de los buenos tiempos vividos en el año, cuando te dices a ti mismo “de esto se trata este año, lo recién vivido es algo que quedará latiendo en el pecho con vida propia, es algo de lo cuál te acordarás por mucho tiempo”. Por supuesto conforme pasaba el tiempo no me fuiste indiferente, me sorprendieron gratamente tus zapatillas de lona negra gastadas, tu pelo tomado despejando tu cara linda, tu rostro iluminado por la belleza de la alegría, tus ojos brillando con luz creciente, tu sonrisa pura e inigualable, admirada por todos quienes se pasearan contigo por los fríos y nublados pasillos de la facultad.
En resumen te habías convertido sin quererlo, sin saberlo y sin desearlo, en un motivo por el cuál yo quería seguir aumentando mis ganas de ser feliz.

Mirada

En mayo o junio cek y ceto organizaron una jornada musical, donde intenté hacer dos canciones con mi guitarra pero el ruido y rechazo de la audiencia sólo me permitieron hacer una. Cuando bajé del escenario me preparé una piscola bien cargada (alguien debía ayudarme a pasarlo mejor) y bromeé ligeramente con mis compañeros sobre mi actuación. Luego el rock salió de escena y comenzó el reggeaton (cosa saludable para iniciar cualquier celebración), entonces me sumé a la pista con el grupo de compañeros aportando ganas más que baile. Al poco rato miré a mi izquierda y estabas tú, "x" , sonriendo, no sé si a mi (no creo), pero sí estoy seguro que te miré, te miré directo a los ojos y fui el hombre más feliz de ese lugar (lo firmo), como en mucho tiempo no había sido. Me sentí con una energía nueva e indescriptible, tan rica pero tan indescriptible que me quedé paralizado, y a los pocos segundos recuerdo haber quedado sin mucha expresión y lo más seguro es que haya apartado mi vista de la tuya, sin ninguna razón por supuesto. Luego te vi muchas veces en los pasillos. Recuerdo una vez que me hice vocal de mesa en una elección ces para poder conseguir tus datos (no pude ni asomar mi nariz a la lista de T.O.). Recuerdo varias veces cruzarme en el pasillo, sin obtener respuesta visual de tu parte (alguna vez quizás), pero no tienes culpa alguna en no hacerlo, vaya que no. En agosto y septiembre trabajé en starbucks, cuando hacía café pensaba en ti, cuando lavaba los platos pensaba en ti, cuando conversaba con los clientes pensaba en ti, cuando limpiaba las mesas pensaba en ti, cuando tomaba un vainilla late en mis descansos pensaba en ti, cuando caminaba tarde por el parque tobalaba de vuelta a mi casa pensaba en ti, cuando llegaba exhausto a mi cama pensaba en ti, recuerdo que en ese tiempo pensé en ti como condenado, y de tanto pensar en ti me volvieron las ganas de volver a la facultad y terminar bien mi carrera, y sobre todo poder verte, así de importante fuiste para mi. Un día viernes de septiembre me encontré con un amigo en la biblioteca, decidimos ir a la blest a conversar un rato. En eso apareciste (o quizás ya estabas ahí) con jeans azules, chaleco largo negro abotonado, y bolso a lunares blanco con fondo celeste azulado tan tuyo. No me atreví a hablarte. Le hablé a unos compañeros tuyos, en pocos minutos apareciste y nos presentaron. Fuiste demasiado tierna y amable, tengo alguna esperanza que quizás esperabas te hablase, aunque puede que me equivoque rotundamente. Recuerdo que intentaste guiar un baile grupal después que una banda emo incomprendida dejó de tocar y la pachanga tomó parte de nuestros oídos, pero pocos te seguimos. También recuerdo que me pegaste una cachetada (suave) a raíz de algún comentario que dije y que te pareció desubicado (¡obvio!). Yo sonreí.
Al final de la jornada me uní al grupo camino al metro cerro blanco. Ibas con otra compañera y compañero, traté de llamar tu atención pero no lo conseguí (no sé de que forma lo intenté, pero creo haber pensado en eso...creo que estuvo de más pensarlo).

Te bajaste en manuel montt y yo seguí hasta tobalaba




El fin

Hoy viernes es el último día que almuerzo en el casino, el último día que recorro la facultad en mi rol de estudiante. Terminé mi práctica en el Roberto del río...gracias a Dios me fue bien, me quedan solo dos y no están cerca de la facultad. No vendré en mucho tiempo más. Y después quizás no vuelva a venir definitivamente. Se cierra una etapa muy importante en mi vida, es bueno quemar etapas.
Quiero terminar kinesiología, sé que falta poco, sé que ya hice la mayor parte, no fue fácil, y sé que conocí a mucha gente que me ayudó, de las cuáles muchos nunca lo sabrán concretamente, pero tú "x", tú representas a todas esas muchas personas que me entregaron infinito apoyo cuando más lo necesité, y que por alguna razón nunca les pude agradecer. Hoy lo hago feliz de la vida a través de ti. Me hubiese gustado conocerte más, pero somos jóvenes y todo puede pasar. Siento que te conozco más de lo que creo y eso me enorgullece.

Aunque no lo creas, hiciste mucho por mi y por eso estaré siempre agradecido, necesitaba decirlo.

Me gustaste mucho, me gustas mucho y lo más probable es que me sigas gustando mucho, quién sabe por cuánto más. Sé que estás en pareja y lo respeto profundamente, pero no podía dejar de expresarte lo que siento, aun cuando sea por escrito y de esta forma tan especial.
Espero tomes mis palabras con todo el peso de tu corazón porque así nacieron, desde lo que siento más que de lo que pienso, porque amo sentir más que pensar.

Sé feliz,
Mil Gracias de nuevo,
Un Abrazo Inmenso,
Un Beso Gigante.

Adiós "x",

Yo, Francisco Ramírez.



Pd1 Siempre me encantaron tus abrazos al saludar o despedir, son lo mejor, a veces no respondí a esos abrazos porque simplemente quedaba para adentro, en fin, soy así, tu eres una persona dulce.
Pd2 Cuenta conmigo para lo que sea, tienes mi mail.
Pd3 Cuidate mucho.

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