viernes, agosto 11, 2006

Vieja teñida

¿Por qué la gente que circula en metro se vuelve tan lenta e inoperante?¿O es que será su naturaleza?¿O los medios de transporte en general atontan a las personas?

Cada vez que se precisa subir a un carro, la gente dispuesta en primera fila lo hace con una demora infartante, una marcha sedante, pasitos de vieja con achaques (hasta las viejas achacosas son más diligentes), lentitud displicente con las personas que les siguen, realmente se hacen aguas las manos por remecerlos.

Algo semejante pasa cuando me relegan al fondo del vagón, a esas horas surrealistas tipo cinco y cuarto, minuto donde todos se agitan por llegar rápido a destino, obviando el costo por supuesto (léase empujones, estrellones, caballazos, codazos, pisadas de talón, carreritas amorfas, etc).
Y llega el minuto de bajar, y te inquietas pensando quedar aprisionado sin ver posibilidad alguna de bajar en "tu estación". La sensación de inquietud se hace física, y se proyecta a la comunidad, se hace notar de innumerables formas, sólo que el pueblo no es muy sensible; o varios de sus integrantes a lo menos...

¿Realmente la señora de chaqueta en gamuza café no cacha que me quiero bajar? Pareciera que no, porque mientras más me inquieto ella más se relaja. Mientras más me acerco a su cabellera teñida, traspasándole mi ventilación bucal rica en CO2, ella menos bola me da. Vieja de mierda pienso, como tan pava. Esa palabra me comforta, pava, que buen adjetivo emocional para catalogar a esa manga de pelotudos (as) con nula actitud cívica.

Entonces llega el instante tabú, el tren se asoma al andén decidor, las ganas de bajar se te salen por los poros, estirar los brazos, sacudirte, liberarte, diferenciarte a ultranza de la señora con mala tintura y socia minoritaria de tu metro cuadrado. El tren para y se abren la puertas, la vieja no se mueve, no atina a nada, únicamente amplía su relajo, te tortura con su negligencia, entonces no queda más que preguntar:
-¿Baja ud? A lo cual la vieja, desafiando la estabilidad de sus ligamentos cervicales, se gira y responde:
- ¡ Si, bajo !
Ahí me deja en blanco la muy pragmática, no sé que decir, no tengo libreto para contestarle.
Ella me mira desafiante, le sale humito por las narices, se pone rubicunda, se le dilatan las pupilas...
yo atino a empujarla al andén para zafarme de su presencia, ella grita, yo me río, el metro cierra las puertas, me voy a la siguiente estación, que no es la "mía", llegaré atrasado, pero feliz por despegarme de la vieja...
¡¡¡ Vieja teñida !!!

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