Aguantar se ha vuelto más fácil conforme paso los días en un hospital de niños (el mejor de Chile pero quizás el más pobre, dije Chile, modelo económico regional del último tiempo), principalmente porque me gusta trabajar atendiendo a niños y no a viejos, y porque los pobres están tan maltrechos que no puedo abandonar el barco por muy agripado que me sienta. Cuando digo agripado tal vez minimizo alguna neumonia en curso debido a la alta virulencia de cada infante que ayudo. La medicina, o la kinesiología en mi caso, tiene mucho de misterio, y por eso es que se ha enfatizado en las últimas decadas su evidencia científica como piedra angular de su ejercicio. Pura ramplonería. A estas alturas de mi (de) formación "profesional" creo menos en los conocimientos y más en el criterio, pero para obtener criterio es necesario remar hasta la experiencia, y en mi caudaloso río llamado vivir a veces suelo perder los remos, de ahí que recurra más al instinto (no me queda otra), aquel elemento primitivo de supervivencia natural que tantas vidas ha mantenido en pie. A veces me acerco a una guagua, sabiendo que tiene sindrome diarreico agudo, que está deshidratada, que tiene rotavirus, que me puede dejar el sistema gastrointestinal para el olvido, sabiendo todo eso, busco respuestas en su mirada, sus movimientos, su intención de conectarse con su maldito entorno que es simplemente un techo y un par de cables y sueros y sondas y mangueras y vías, y oxígenos y algun juguete perdido por su desafortunada madre, su pastabasera madre, y si no obtengo respuestas, a sabiendas de toda esa información rudimentaria, me vuelco por completo a transmitirle la mayor cantidad de energía posible que pueda contener mi existencia para ayudarle a sentirse mejor (que nunca sabré con seguridad si lo logro) , y sólo cuando la guagua se calma, deja de llorar, deja de moverse irritada, y deja de mirar al puto monótono lugar de referencia llamado techo, ahí recién cobra sentido andar para la corneta de resfriado y maltrecho por Santiago en este retorcido invierno. El problema es que me quedo sin energía y cuando comienzo a ver a otra guagua, con diagnóstico áltamente propable de bronquiolitis por virus sincicial respiratorio, Me aumenta la fiebre, las tersianas, la congestión y la sensación de estar para la corneta, por eso que aún Me cuesta darle sentido a este acto gratuito de proyectar y recibir energía terapéutica, porque quizás es muy caro enfrentar un acto curativo desde ese paradigma; tal vez por eso que los profesionales de salud más experimentados estrechan menos puentes afectivos con sus pacientes, pero para mi esa ideología me resulta bastante podrida y decadente.
Quién sabe hasta cuando dure pensando como pienso.
La juventud y la vanguardia son así.
sábado, agosto 02, 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
3 comentarios:
aunque el remarcado pronombre ME, suele ser un tanto egoista, aquí no parece serlo para nada..
Que tierna, ME encanta que ME comprendas.
Un besoabrazo
En un libro leí algo sobre "el fantasma del interior de la máquina"... eso termina pasando, todos los ME quedan como una voz interior.
Saludos
Publicar un comentario