En rigor es mi primer cuento para un taller literario...Saludos.
Fiesta en un subterráneo clandestino
Cuando llegué a esa casa me sorprendió lo grande de su estructura, su misterio, era antigua pero remozada, portentosa, coherente con su barrio aunque única comparada a las otras. Al apreciarla percibí una vibra muy singular como hace mucho no sentía. Me quedé observando su frontis, sus ventanas anchas, como tratando de imaginar quién podría vivir allí, quién disfrutaría la comodidad de sus espacios, aparentemente destinados a albergar vivencias extraordinarias de habitantes especiales.
Era medianoche y gasté 3 minutos eternos en inspeccionar detalles sorpresivos que aparecían concatenados ante mis ojos, sin mucha organización, debido al azar de sus ubicaciones, como haces de luz súbitos proyectados por automóviles en carreteras nocturnas.
Desde enredaderas que bajaban del techo hacia el piso, frondosas, plagadas de vida, completando tramas imaginarias gracias a múltiples ladrillos blancos que interrumpían su sentido longitudinal, hasta pequeños balcones situados en el tercer piso, en cada ventana, donde reposaban sillas mecedoras blancas, color que además empapaba esta particular construcción.
Percibí luces tenues, aminoradas por el contraste de cortinas blancas en el primer piso, un color cercano al damasco en las del segundo y un amarillo debilitado en las del tercero. Todo lo cual encendía mi ansiedad por conocer quién habitaba el inmueble, quien ó quienes, bajo que circunstancias habían llegado ahí y como eran sus vidas bajo aquel techo.
Antes de continuar con mi relato, es necesario que cuente las razones por las cuales me encuentro parado en frente de esta casa. El gran culpable de que yo haya llegado hasta acá es un volante promocional recogido hace cuatro días ,en calle las Hortensias, mientras caminaba fijando la mirada en los cuadros uniformados de la vereda. Como ésta lucía despejada me sorprendió el contraste que proponía el volante, de un aspecto frágil, con una forma estrellada, celeste en su totalidad, atributos opuestos al piso cementado y opaco que lo sostenía.
Era un papel rugoso, con líneas transversales al tacto fino, algunas más marcadas que otras producto de la impresión minuciosa y definida, queriendo resistir de cierta forma la lluvia que asomaba próxima en el aire, evitando el extinguimiento de información susceptible de ser apreciada por alguien.
“Discreta fiesta tributo a la música one hit wonder / viernes 12 de marzo /desde la medianoche. Corra la voz pero no tanto. Con los Djs Orrego, Clark, Sanfuentes y Astudillo. Calle Las Convenciones # 83.”
Era todo lo que decía el volante, repitiéndose la información en las cuatro carillas que componían el díptico estrellado, interrumpiéndose algunas palabras por la estrechez de ciertos espacios en el papel.
De inmediato surgió en mi una especie de confusión, relativa al contradictorio hecho de evidenciar la promoción de una fiesta discreta en un folleto tan llamativo, con palabras multiplicadas a razón de una meta diferente de esa abundancia informativa, una fiesta exclusiva, en un lugar probablemente desconocido para cualquier ciudadano medio; Reconocí preguntas incontestables que las pude resumir en una sensación: curiosidad.
Pasaron los días, muy lentos, como cuando en sueños arrancamos de nuestros propios fantasmas y nos pesan las piernas, llevando una carga axial en nuestra espalda, la percepción fatigosa de no avanzar a paso veloz. La percepción del tiempo manipula nuestra razón, nos acecha en función de lo que queremos u odiamos, pero también se impone en situaciones ambiguas, ligadas a la ansiedad, como en esos minutos en que contaba los dias para estar en la fiesta.
Nunca lo dudé, aunque hubiese tenido mayores compromisos iría igual, necesitaba saber que sucedería allí, todos los motivos me parecían estimulantes, desde el propósito de la fiesta, conocer el lugar, la música que sonaría, obviamente soy un devoto de la música, y nunca antes asistí a una fiesta donde tributaran las bondades de canciones populares que pasaron a la historia por ser el caballito de batalla de efímeros cantantes. Los famosos one hit wonders. Más aún, si la mezcla corriese por cuenta de Djs tampoco antes vistos ni escuchados. La oportunidad era favorable, noté un aire de beneficioso azar al recoger el volante, aquellos momentos en que realmente te cuestionas si existe un destino esperándote en el umbral del futuro inmediato.
Llegó el viernes y se me hizo más llevadero, más breve que los dias anteriores, porque estuve trabajando mucho, mi oficina se saturó con informes contables para evaluar, por tanto solo dejé pasar el tiempo sin mayor presión.
Me fui del trabajo, entré a mi casa a las ocho de la noche, comí, me recosté un rato, sonó el reloj a las 22:45, me duché, me afeité, me vestí, y salí con rumbo a calle “Las Convenciones # 83” tipo 23:40. A la medianoche arribé al lugar.
Una vez embelesado por los detalles incalculables del frontis, me decidí a entrar para confirmar tanta expectativa que dominaba mi cabeza.
Toqué el citófono, no respondió nadie.
Comencé a sospechar de alguna contraseña necesaria para ingresar con naturalidad y estilo a la fiesta, como debe ser todo ingreso a un evento tal, pero luego de sudar un instante, sin saber que hacer, bajé mi vista y me percaté que la puerta estaba entreabierta.
Entré con paranoia a cuesta, mirando constantemente en rededor, como queriendo justificarle a alguien mi osada acción, queriendo transmitir mis nobles intenciones de conocer la casa y experimentar un momento inusual, cargado a la excitación de lo ignoto.
El antejardín era austero, con algo de pasto y mayormente distinguido por un piso de cerámica blanquecino, resbaladizo, que dibujaba caminos imaginarios por los cuales transitar, eligiendo un destino particular, inamovible e inmediato. Seguí hacia la derecha, donde brotaba un pasillo lateral oscuro, que conectaba una escalera subterránea, pequeña, con 5 peldaños, los bajé raudamente.
Al pisar el último escalón oí por primera vez una canción, “For What It’s Worth” de Buffalo Springfield, lo asocié de inmediato al concepto de la fiesta, One hit Wonder.
Me percaté de lo cerca que estaba.
El pasillo me condujo a una puerta, la divisé entreabierta también, en donde el sonido crecía proporcional a mi cercanía. Finalmente llegué a la puerta, no me quedaba más que entrar.
Era un lugar espacioso, lleno de luces de diversa naturaleza, muchas adheridas a los muros, formando parte de unos cilindros transparentes y flexibles que giraban en si mismos, proyectando luces en todas las direcciones posibles.
El lugar estaba repleto, la música copaba todos los rincones, era muy fuerte aunque llevadera, no molestaba por la alta fidelidad que transmitía.
Sobrevino en mí la duda de cómo tamaño ruido se camuflaba tan bien en esa casa, no escuchándose nada ni siquiera en la calle. Naturalmente se trataba de un subterráneo, ese componente permitía disimular sin mucho esfuerzo la esencia misma del evento, pero impresionaba la pulcritud de ese apañamiento sonoro.
Además la hermana de la pregunta anterior correspondería a ¿como lo hacían quienes habitaban la casa para no percibir ruido?. O tal vez si percibían y ya era una costumbre hacerlo. Por supuesto, ya que los habitantes debían ser los organizadores de la fiesta. ¿Y si no lo fuesen?, entonces le arrendarían el subterráneo a otras personas. ¿Pero si era una fiesta clandestina en una casa habitada?
Al ver la barra me tranquilicé, me acerqué a pedir un vodka tónica. Lo necesitaba.
La gente era especial, de mucha pluralidad, muchos estilos, incluso en una misma persona. Indudablemente se trataba de un lugar aislado del panorama común.
Recibí mi vaso y le pregunté al barman quién estaba poniendo los discos, Orrego me dijo, Dj Orrego.
La música estaba buenísima, canciones con vocación pop, melodías que invitaban a moverse, tal como lo hacían casi todos los presentes.
Sonaba “Hot Topic” de Le tigre, cuando escuché a una pareja, pegados a mi lado hablar sobre la fiesta, casi gritándose:
-Está repleto el lugar, pero no como otras veces, al menos se puede respirar- dijo él.
-Sí, deja que empiece a pinchar Dj Clark y vamos a bailar - replicó ella.
-Perfecto, es con Dj Clark con quién me animo a bailar.
-Ya lo sé, por eso te lo dije.
Puse atención a su charla, me enteré que los Djs se iban rotando cada siete canciones, y que todos eran de primer nivel. Dominaban el arte de mezclar a la perfección, tanto que hasta aplausos recibían desde la pista. Ellos notaron mi actitud curiosa y siguieron hablando más fuerte. Tratando tal vez de que me intrometiese directamente en la conversación.
Estábamos en eso cuando se acercó una mujer a la pareja, los saludó con displicencia, era bellísima, proyectaba ese aire inalcanzable que más tienta a los hombres ávidos de buen gusto. A los cuales modestamente creo pertenecer.
Estuvieron hablando unos 2 minutos, sobre el lugar, la música, la alta concurrencia, hasta cuando la mujer habló:
-Es mi turno, luego los veo –afirmó con seguridad.
-Si, después nos vemos, iremos a bailar ahora que te toca pinchar. Míranos desde la cabina- agregó la pareja.; A lo cual la mujer asintió con un gesto adorable y muy fino.
Debido a los hechos que sucederán a continuación puedo decirles que esa mujer encantadora y enigmática tiene por nombre Dj Clark.
Me di vuelta a dejar mi vaso sin vodka tónica a la barra, cuando al girarme me encontré a la pareja en frente mío, los cuales seriamente me saludaron, con un tono inquisidor y seco:
-Hola, ¿Quién eres?- preguntó ella.
-Juan Manuel- respondí sorprendido.
-¿Y uds. quienes son?
-Camila y Santiago- respondieron firme.
Me incomodó la forma en que me abordaron, de seguro querían reclamar su intimidad alterada por mi presencia auditiva, de seguro pretendían compensar las cosas interrogándome sobre cualquier asunto.
-¿Es tu primera vez aquí?- preguntó Camila.
-Si.
-¿Sabes quién vive en esta casa?- preguntó Santiago.
-No tengo la menor idea, me gustaría saberlo tanto como pudiese ser posible- contesté sin vacilar.
-Pues yo si sé- adelantándose Camila. Y te puedo contar.
-Haber...
-La casa está habitada por una pareja joven, que la heredó de un pariente santiaguino, ellos son del sur. Llegaron hace un año aquí.
-¿Dónde están ellos ahora?- pregunté inquieto.
-Tratando de dormir.
-¿Cómo sabes esto?- le repliqué
-Porque trabajo en la municipalidad, en el departamento de vivienda, conozco la historia de esta casa.
-Bien, le dije un poco perturbado.
Camila aprovechó mi silencio pensativo y empezó a discursear de manera extraña y agresiva...
- ¡Estos malditos ociosos! se aprovechan de los inocentes habitantes de esta casa para hacer sus fiestas clandestinas; Claro, como la casa es tan grande abusan de la inocencia de los dueños, creen que no los escuchan, pero en el fondo están muertos de miedo en su habitación, rogando que terminen con este rito ensordecedor de una vez.-remató furiosa.
Tomó aire y siguió su discurso vehemente...
-Piensan que por tener dinero y equipos sofisticados que enmascaran la proyección de la música, pueden hacer y deshacer como quieran...terminó de decir.
No podía creer donde me encontraba, en una fiesta clandestina.
Una de mis preguntas había encontrado respuesta en boca de esta atemorizante Camila.
Mi adrenalina se acrecentaba, me gustaba estar cerca del secreto por el cual vine atraído hasta acá, mis ojos brillaban de un modo potente, como disfrutando este bizarro momento nunca antes vivido.
Pensaba en eso cuando miré alrededor y no encontré a la pareja, había desaparecido, cuando justo empezó a sonar “Tyrant” de The Bravery, que en español significaría “tirante, tenso”, tal y cual como los instantes que estaba viviendo en la fiesta subterránea y clandestina.
Miré a la cabina, Dj Clark había puesto esa canción, lucía espléndida, disfrutando cada una de las notas que emanaban de la melodía, bailaba con soltura, movía sutilmente sus hombros, queriendo atrapar todas las miradas de todos los que enardecían con su música. Su presencia.
El atractivo efecto visual de su figura se completaba con la bola de cristal que tenía en su cabeza, una especie de protección hacia su aura, que la hacía más querible e inalcanzable.
La canción estaba en su cima cuando de pronto se escuchó un ensordecedor disparo. La música se detuvo repentinamente, en una muerte prematura, apagando el brillo de todos los que bailaban, sobre todo de Dj Clark.
Reflejo de esto fue que todo el mundo se tiró al suelo, salvo cuatro personas:
Camila, Santiago, Yo y Dj Clark.
Camila y Santiago apuntaban con una pistola a Dj Clark, ella no lo podía creer, yo tampoco...
-¿Pero que les pasa amigos?- dijo Dj Clark
-¡Nada Perra!- respondió Camila
-¿Camila que te pasa, estás loca?
-No, no estoy loca, estoy harta.
-¿Por qué?¿Estás drogada?
-No me hagas preguntas estúpidas...
-¿Pero que pasa, que te hice? ¡Mira la gente como está!
-No hables más, me toca decirte algunas cosas a mi...
-¿Qué cosas, porque le disparaste a los parlantes, no entiendo nada?- atinó a decir angustiada Dj Clark.
-¡Cállate perra! Me cansé...Me harté de que abusen con los habitantes de esta casa, se creen muy especiales por hacer estas fiestas? Me harté, Me harté. No tienen vida estúpidos...
Cuando Camila dijo esas últimas palabras, Dj Clark trató de correr a la salida, escapar de alguna locura, cuando en eso Santiago gritó :
-No te muevas...a lo cual Dj Clark no hizo caso...
Camila disparó a la bola de cristal, la cual cayó rauda sobre la espalda de Dj Clark...
Dos tiros más se oyeron cerca de la cabina, Dj Clark caía muerta sin saber porqué...
Eso mismo enuncié en mi desconcierto...
-¿Por Qué Camila? ¿Por qué la mataste?
-Porque con mi esposo Santiago teníamos mucho miedo. Nuestra habitación no nos parecía segura, tampoco este caserón, nos invadieron nuestro espacio, en el sur nunca nos pasó algo así.
-¡Pero no es motivo para que hayas hecho tal locura! ¡Eres una loca rematada!- insistí.
-¡Cállate tú también!-me dijo con ojos desorbitados y pistola en mano...
-¿Ó acaso quieres acompañarla en su última canción?
Ahí entendí que la fiesta clandestina había terminado.
Cuando llegué a esa casa me sorprendió lo grande de su estructura, su misterio, era antigua pero remozada, portentosa, coherente con su barrio aunque única comparada a las otras. Al apreciarla percibí una vibra muy singular como hace mucho no sentía. Me quedé observando su frontis, sus ventanas anchas, como tratando de imaginar quién podría vivir allí, quién disfrutaría la comodidad de sus espacios, aparentemente destinados a albergar vivencias extraordinarias de habitantes especiales.
Era medianoche y gasté 3 minutos eternos en inspeccionar detalles sorpresivos que aparecían concatenados ante mis ojos, sin mucha organización, debido al azar de sus ubicaciones, como haces de luz súbitos proyectados por automóviles en carreteras nocturnas.
Desde enredaderas que bajaban del techo hacia el piso, frondosas, plagadas de vida, completando tramas imaginarias gracias a múltiples ladrillos blancos que interrumpían su sentido longitudinal, hasta pequeños balcones situados en el tercer piso, en cada ventana, donde reposaban sillas mecedoras blancas, color que además empapaba esta particular construcción.
Percibí luces tenues, aminoradas por el contraste de cortinas blancas en el primer piso, un color cercano al damasco en las del segundo y un amarillo debilitado en las del tercero. Todo lo cual encendía mi ansiedad por conocer quién habitaba el inmueble, quien ó quienes, bajo que circunstancias habían llegado ahí y como eran sus vidas bajo aquel techo.
Antes de continuar con mi relato, es necesario que cuente las razones por las cuales me encuentro parado en frente de esta casa. El gran culpable de que yo haya llegado hasta acá es un volante promocional recogido hace cuatro días ,en calle las Hortensias, mientras caminaba fijando la mirada en los cuadros uniformados de la vereda. Como ésta lucía despejada me sorprendió el contraste que proponía el volante, de un aspecto frágil, con una forma estrellada, celeste en su totalidad, atributos opuestos al piso cementado y opaco que lo sostenía.
Era un papel rugoso, con líneas transversales al tacto fino, algunas más marcadas que otras producto de la impresión minuciosa y definida, queriendo resistir de cierta forma la lluvia que asomaba próxima en el aire, evitando el extinguimiento de información susceptible de ser apreciada por alguien.
“Discreta fiesta tributo a la música one hit wonder / viernes 12 de marzo /desde la medianoche. Corra la voz pero no tanto. Con los Djs Orrego, Clark, Sanfuentes y Astudillo. Calle Las Convenciones # 83.”
Era todo lo que decía el volante, repitiéndose la información en las cuatro carillas que componían el díptico estrellado, interrumpiéndose algunas palabras por la estrechez de ciertos espacios en el papel.
De inmediato surgió en mi una especie de confusión, relativa al contradictorio hecho de evidenciar la promoción de una fiesta discreta en un folleto tan llamativo, con palabras multiplicadas a razón de una meta diferente de esa abundancia informativa, una fiesta exclusiva, en un lugar probablemente desconocido para cualquier ciudadano medio; Reconocí preguntas incontestables que las pude resumir en una sensación: curiosidad.
Pasaron los días, muy lentos, como cuando en sueños arrancamos de nuestros propios fantasmas y nos pesan las piernas, llevando una carga axial en nuestra espalda, la percepción fatigosa de no avanzar a paso veloz. La percepción del tiempo manipula nuestra razón, nos acecha en función de lo que queremos u odiamos, pero también se impone en situaciones ambiguas, ligadas a la ansiedad, como en esos minutos en que contaba los dias para estar en la fiesta.
Nunca lo dudé, aunque hubiese tenido mayores compromisos iría igual, necesitaba saber que sucedería allí, todos los motivos me parecían estimulantes, desde el propósito de la fiesta, conocer el lugar, la música que sonaría, obviamente soy un devoto de la música, y nunca antes asistí a una fiesta donde tributaran las bondades de canciones populares que pasaron a la historia por ser el caballito de batalla de efímeros cantantes. Los famosos one hit wonders. Más aún, si la mezcla corriese por cuenta de Djs tampoco antes vistos ni escuchados. La oportunidad era favorable, noté un aire de beneficioso azar al recoger el volante, aquellos momentos en que realmente te cuestionas si existe un destino esperándote en el umbral del futuro inmediato.
Llegó el viernes y se me hizo más llevadero, más breve que los dias anteriores, porque estuve trabajando mucho, mi oficina se saturó con informes contables para evaluar, por tanto solo dejé pasar el tiempo sin mayor presión.
Me fui del trabajo, entré a mi casa a las ocho de la noche, comí, me recosté un rato, sonó el reloj a las 22:45, me duché, me afeité, me vestí, y salí con rumbo a calle “Las Convenciones # 83” tipo 23:40. A la medianoche arribé al lugar.
Una vez embelesado por los detalles incalculables del frontis, me decidí a entrar para confirmar tanta expectativa que dominaba mi cabeza.
Toqué el citófono, no respondió nadie.
Comencé a sospechar de alguna contraseña necesaria para ingresar con naturalidad y estilo a la fiesta, como debe ser todo ingreso a un evento tal, pero luego de sudar un instante, sin saber que hacer, bajé mi vista y me percaté que la puerta estaba entreabierta.
Entré con paranoia a cuesta, mirando constantemente en rededor, como queriendo justificarle a alguien mi osada acción, queriendo transmitir mis nobles intenciones de conocer la casa y experimentar un momento inusual, cargado a la excitación de lo ignoto.
El antejardín era austero, con algo de pasto y mayormente distinguido por un piso de cerámica blanquecino, resbaladizo, que dibujaba caminos imaginarios por los cuales transitar, eligiendo un destino particular, inamovible e inmediato. Seguí hacia la derecha, donde brotaba un pasillo lateral oscuro, que conectaba una escalera subterránea, pequeña, con 5 peldaños, los bajé raudamente.
Al pisar el último escalón oí por primera vez una canción, “For What It’s Worth” de Buffalo Springfield, lo asocié de inmediato al concepto de la fiesta, One hit Wonder.
Me percaté de lo cerca que estaba.
El pasillo me condujo a una puerta, la divisé entreabierta también, en donde el sonido crecía proporcional a mi cercanía. Finalmente llegué a la puerta, no me quedaba más que entrar.
Era un lugar espacioso, lleno de luces de diversa naturaleza, muchas adheridas a los muros, formando parte de unos cilindros transparentes y flexibles que giraban en si mismos, proyectando luces en todas las direcciones posibles.
El lugar estaba repleto, la música copaba todos los rincones, era muy fuerte aunque llevadera, no molestaba por la alta fidelidad que transmitía.
Sobrevino en mí la duda de cómo tamaño ruido se camuflaba tan bien en esa casa, no escuchándose nada ni siquiera en la calle. Naturalmente se trataba de un subterráneo, ese componente permitía disimular sin mucho esfuerzo la esencia misma del evento, pero impresionaba la pulcritud de ese apañamiento sonoro.
Además la hermana de la pregunta anterior correspondería a ¿como lo hacían quienes habitaban la casa para no percibir ruido?. O tal vez si percibían y ya era una costumbre hacerlo. Por supuesto, ya que los habitantes debían ser los organizadores de la fiesta. ¿Y si no lo fuesen?, entonces le arrendarían el subterráneo a otras personas. ¿Pero si era una fiesta clandestina en una casa habitada?
Al ver la barra me tranquilicé, me acerqué a pedir un vodka tónica. Lo necesitaba.
La gente era especial, de mucha pluralidad, muchos estilos, incluso en una misma persona. Indudablemente se trataba de un lugar aislado del panorama común.
Recibí mi vaso y le pregunté al barman quién estaba poniendo los discos, Orrego me dijo, Dj Orrego.
La música estaba buenísima, canciones con vocación pop, melodías que invitaban a moverse, tal como lo hacían casi todos los presentes.
Sonaba “Hot Topic” de Le tigre, cuando escuché a una pareja, pegados a mi lado hablar sobre la fiesta, casi gritándose:
-Está repleto el lugar, pero no como otras veces, al menos se puede respirar- dijo él.
-Sí, deja que empiece a pinchar Dj Clark y vamos a bailar - replicó ella.
-Perfecto, es con Dj Clark con quién me animo a bailar.
-Ya lo sé, por eso te lo dije.
Puse atención a su charla, me enteré que los Djs se iban rotando cada siete canciones, y que todos eran de primer nivel. Dominaban el arte de mezclar a la perfección, tanto que hasta aplausos recibían desde la pista. Ellos notaron mi actitud curiosa y siguieron hablando más fuerte. Tratando tal vez de que me intrometiese directamente en la conversación.
Estábamos en eso cuando se acercó una mujer a la pareja, los saludó con displicencia, era bellísima, proyectaba ese aire inalcanzable que más tienta a los hombres ávidos de buen gusto. A los cuales modestamente creo pertenecer.
Estuvieron hablando unos 2 minutos, sobre el lugar, la música, la alta concurrencia, hasta cuando la mujer habló:
-Es mi turno, luego los veo –afirmó con seguridad.
-Si, después nos vemos, iremos a bailar ahora que te toca pinchar. Míranos desde la cabina- agregó la pareja.; A lo cual la mujer asintió con un gesto adorable y muy fino.
Debido a los hechos que sucederán a continuación puedo decirles que esa mujer encantadora y enigmática tiene por nombre Dj Clark.
Me di vuelta a dejar mi vaso sin vodka tónica a la barra, cuando al girarme me encontré a la pareja en frente mío, los cuales seriamente me saludaron, con un tono inquisidor y seco:
-Hola, ¿Quién eres?- preguntó ella.
-Juan Manuel- respondí sorprendido.
-¿Y uds. quienes son?
-Camila y Santiago- respondieron firme.
Me incomodó la forma en que me abordaron, de seguro querían reclamar su intimidad alterada por mi presencia auditiva, de seguro pretendían compensar las cosas interrogándome sobre cualquier asunto.
-¿Es tu primera vez aquí?- preguntó Camila.
-Si.
-¿Sabes quién vive en esta casa?- preguntó Santiago.
-No tengo la menor idea, me gustaría saberlo tanto como pudiese ser posible- contesté sin vacilar.
-Pues yo si sé- adelantándose Camila. Y te puedo contar.
-Haber...
-La casa está habitada por una pareja joven, que la heredó de un pariente santiaguino, ellos son del sur. Llegaron hace un año aquí.
-¿Dónde están ellos ahora?- pregunté inquieto.
-Tratando de dormir.
-¿Cómo sabes esto?- le repliqué
-Porque trabajo en la municipalidad, en el departamento de vivienda, conozco la historia de esta casa.
-Bien, le dije un poco perturbado.
Camila aprovechó mi silencio pensativo y empezó a discursear de manera extraña y agresiva...
- ¡Estos malditos ociosos! se aprovechan de los inocentes habitantes de esta casa para hacer sus fiestas clandestinas; Claro, como la casa es tan grande abusan de la inocencia de los dueños, creen que no los escuchan, pero en el fondo están muertos de miedo en su habitación, rogando que terminen con este rito ensordecedor de una vez.-remató furiosa.
Tomó aire y siguió su discurso vehemente...
-Piensan que por tener dinero y equipos sofisticados que enmascaran la proyección de la música, pueden hacer y deshacer como quieran...terminó de decir.
No podía creer donde me encontraba, en una fiesta clandestina.
Una de mis preguntas había encontrado respuesta en boca de esta atemorizante Camila.
Mi adrenalina se acrecentaba, me gustaba estar cerca del secreto por el cual vine atraído hasta acá, mis ojos brillaban de un modo potente, como disfrutando este bizarro momento nunca antes vivido.
Pensaba en eso cuando miré alrededor y no encontré a la pareja, había desaparecido, cuando justo empezó a sonar “Tyrant” de The Bravery, que en español significaría “tirante, tenso”, tal y cual como los instantes que estaba viviendo en la fiesta subterránea y clandestina.
Miré a la cabina, Dj Clark había puesto esa canción, lucía espléndida, disfrutando cada una de las notas que emanaban de la melodía, bailaba con soltura, movía sutilmente sus hombros, queriendo atrapar todas las miradas de todos los que enardecían con su música. Su presencia.
El atractivo efecto visual de su figura se completaba con la bola de cristal que tenía en su cabeza, una especie de protección hacia su aura, que la hacía más querible e inalcanzable.
La canción estaba en su cima cuando de pronto se escuchó un ensordecedor disparo. La música se detuvo repentinamente, en una muerte prematura, apagando el brillo de todos los que bailaban, sobre todo de Dj Clark.
Reflejo de esto fue que todo el mundo se tiró al suelo, salvo cuatro personas:
Camila, Santiago, Yo y Dj Clark.
Camila y Santiago apuntaban con una pistola a Dj Clark, ella no lo podía creer, yo tampoco...
-¿Pero que les pasa amigos?- dijo Dj Clark
-¡Nada Perra!- respondió Camila
-¿Camila que te pasa, estás loca?
-No, no estoy loca, estoy harta.
-¿Por qué?¿Estás drogada?
-No me hagas preguntas estúpidas...
-¿Pero que pasa, que te hice? ¡Mira la gente como está!
-No hables más, me toca decirte algunas cosas a mi...
-¿Qué cosas, porque le disparaste a los parlantes, no entiendo nada?- atinó a decir angustiada Dj Clark.
-¡Cállate perra! Me cansé...Me harté de que abusen con los habitantes de esta casa, se creen muy especiales por hacer estas fiestas? Me harté, Me harté. No tienen vida estúpidos...
Cuando Camila dijo esas últimas palabras, Dj Clark trató de correr a la salida, escapar de alguna locura, cuando en eso Santiago gritó :
-No te muevas...a lo cual Dj Clark no hizo caso...
Camila disparó a la bola de cristal, la cual cayó rauda sobre la espalda de Dj Clark...
Dos tiros más se oyeron cerca de la cabina, Dj Clark caía muerta sin saber porqué...
Eso mismo enuncié en mi desconcierto...
-¿Por Qué Camila? ¿Por qué la mataste?
-Porque con mi esposo Santiago teníamos mucho miedo. Nuestra habitación no nos parecía segura, tampoco este caserón, nos invadieron nuestro espacio, en el sur nunca nos pasó algo así.
-¡Pero no es motivo para que hayas hecho tal locura! ¡Eres una loca rematada!- insistí.
-¡Cállate tú también!-me dijo con ojos desorbitados y pistola en mano...
-¿Ó acaso quieres acompañarla en su última canción?
Ahí entendí que la fiesta clandestina había terminado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario