La ví en una galería de Bandera, a una hora prohibida. Flirteamos. Me hice el loco tratando de comprar sopaipillas, mirándola de reojo. Ella respondió con miradas libidinosas, a la vez encantadoras. El sapo de la micro observaba la escena, también de reojo, amenazante.
Junté valor y perdí vergüenza, le pedí el número telefónico. Accedió de inmediato. Entonces descubrí que habían seis dígitos, me respondió que si quería el último tendría que pagar.
No tuve otra opción si quería llamarla.
jueves, agosto 10, 2006
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