miércoles, agosto 09, 2006

Gitanita

Despertó con ganas de correr por el medio de la calle más transitada, justo por la línea divisoria de ambas pistas, buscando una especie de equilibrio concreto que mejorase su ánimo impreciso.
No podía concentrarse en las grandes angustias que lo apremiaban, siempre en busca de respuestas lejanas, siempre rodeándose de preguntas infinitas cercanas al desazón. Veía su vida en imagenes de una película gitana, su cuerpo aparecía en el fondo de cada plano, su semblante dominaba las escenas de ocaso, aquellas en que la hija menor bailaba solitaria producto del autismo marginador. Trataba de hablarle pero no le oía. Sólo cuando lagrimeaba, tímidamente, captaba su atención atesorada por muchos corazones. Y la pequeña lo miraba con distancia, reconociendo la barrera magnética e invisible entre los dos, proyectada de manera espontánea, sufriendo su pena. Era usual despertar con el cuerpo ladeado, mirando siluetas interpuestas de una gitanita con pelo rizado y movimientos frágiles, ofreciéndole millones de preguntas, enviándolo a la calle en horas fulminantes, horas colindantes con la turba diaria, desplazándolo como fluido resbaladizo, entre rayos de iceberg, por la línea divisoria de ambas pistas, puliendo su ruido interior, aferrándolo al oficio de seguir creyendo en las entrañables situaciones de la vida, las que permiten salir al mundo y plantarse ante todo únicamente cargado de imagenes, en especial una gitanita bailarina e indefensa que nos defiende.

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